lunes, 9 de marzo de 2009

STANELY KUBRICK: LA ÚLTIMA CHARLA



Kubrick: A life in pictures

El texto que presentamos a continuación es tan fabuloso como intimidante.

A través de un post del blog español Una bala en la recámara, recogido por el completísimo blog Kubrick en castellano, nos encontramos con la, al parecer, última entrevista hecha a Stanley Kubrick, realizada por Jeremy Thompson, periodista del Times y cronista independiente de la historia del cine. Se trata de una entrevista final, de contenido sorprendente y también escalofriante.

La copiamos sin más, agradecidos por el documento a las mencionadas páginas.


*


La lluvia de Londres terminó por despejarse en la estación de St. Albans, lugar acordado con Emilio, el chófer de Stanley Kubrick, para que me recoja. Hoy visito Childwick Bury, el hogar de Mr. Kubrick. La apertura de verjas se sucede como debieran ser los puentes levadizos de los castillos y, allí, en la misma puerta principal de la mansión, Mr. Kubrick me espera, vistiendo un atuendo de un azul desgastado, que le haría parecer un empleado del ferrocarril francés.

“Buenos días, Mr. Thompson” Me recibe brevemente y con familiaridad Stanley Kubrick. Me lleva hasta su cocina, un espacio inmenso lleno de plantas que cuelgan desde el techo, donde nos sentamos y es él mismo quien me pide que empiece la entrevista.

JT: Han pasado más de diez años desde que presentó usted su última película, ¿se encuentra nervioso ante los cambios en el mundo y en la industria?

SK: Abordar una película es un reto sumamente arriesgado. Presentarla es un auténtico suicidio. ¿Cómo saber que lo que estás escribiendo interesará al público varios años después, cuando el filme esté efectivamente terminado? Es algo sobre lo que conviene pensar.

JT: Sin embargo usted ha parecido siempre elegir sabiamente los temas de sus películas respecto a la época en las que realizó. Si 2001 hubiera sido realizada posteriormente, ¿quién sabe si películas como Star Wars habrían llegado a hacerse?

Mr. Kubrick piensa frotándose su barba debilitada por los años. Una profunda expresión reflexiva ocupa su rostro y responde con suma cautela.

SK: 2001 no habla de ciencia ficción, sino de espiritualidad. Son temas que trascienden el tiempo. De lo que habla en realidad es de Niezstche. O si no, ¿por qué cree que hay tantas formas circulares, tanto paso de hombre a superhombre y la música de Así habló Zaratustra? El tema de 2001 es bastante anterior de lo que muchos creen y, de hecho, Niezstche solo es una ejemplificación de lo que trata.

JT: Pero, por ejemplo, hizo La naranja mecánica en una época en que la violencia juvenil tenía una importante relevancia en la sociedad, y El resplandor llegó para dar rienda suelta a la explosión de películas de terror.

SK: Sin duda no soy impermeable a las circunstancias de la sociedad. A pesar de vivir cómodamente recluido de la vida pública, me mantengo perfectamente en sintonía con los acontecimientos actuales. Sin embargo, uno de los aspectos que me interesa de su pregunta es el siguiente: ¿es una película fruto de su época o las películas – y el resto de hechos culturales – son los que conforman una determinada corriente de pensamiento y actuación en una época concreta? Es un factor en el que pienso a menudo.

JT: Precisamente le quería preguntar por su decisión en cuanto a su estilo de vida.

SK: ¿Qué quiere decir?

JT: Oh, perdón. Me refería precisamente a, como usted lo ha llamado, “reclusión”.

SK: ¿Reclusión?

JT: Sí, hace un momento así se ha dicho.

SK: Espero que no me malinterprete, Mr. Thompson, pero en absoluto me considero un recluido. Simplemente, he preferido alejarme del mundanal ruido. Si usted hiciera películas comprendería algo muy importante que muchos cineastas olvidan: la dedicación total a la obra. Es imposible realizar un filme de calidad con distracciones. Yo no salgo por las noches, ni hago largos viajes, ni entorpecedoras visitas promocionales. Yo me dedico en cuerpo y alma a mi obra. Existe una fina línea entre una película de verdad y jugar a hacer cine. Muchos directores solo juegan. Están rodeados de fiestas y mujeres, cuando en realidad lo que deberían es llevar una vida monacal durante la producción de su película. Yo siempre estoy trabajando, por lo que siempre abogo por esa vida monacal.

Mr. Kubrick coloca delicadamente sus gafas sobre su nariz, recuperando elegantemente su correspondiente puesto. Sus pequeños dedos blancos son delicados como plumas. Inyecta su mirada directamente sobre mi blog de notas y mi grabadora, como si pudiera ejercer alguna especie de poder mental sobre ellos.

JT: Por lo que deduzco de sus palabras, diversión es lo último que aparece por su mente a la hora de realizar una película.

SK: Pero eso es porque una película no es divertida de realizar. Siempre se entra en conflicto con alguien, ya sea el productor, los actores o todos a la vez. Yo particularmente, disfruto mucho más con la escritura del guión y con la soledad de la sala de montaje que con la farándula del rodaje. Por eso, entre otras cosas, siempre reduzco mis rodajes a la más mínima expresión. No hablo de tiempo, sino de personal. No quiero 13 ayudantes trayendo cafés cuando 3 lo pueden hacer perfectamente.

JT: También significa menos gente observando su trabajo.

SK: ¿Exactamente cuál es su propósito con esa pregunta, señor Thompson?

Trago saliva, no sé porqué he dicho algo semejante, ha sido un acto reflejo.

JT: Espero que me disculpe Mr. Kubrick, lo que quería decir es que usted siempre ha sido muy celoso de su intimidad, especialmente cuando trabaja.

SK: ¿Quiere hablar de intimidad? Le diré algo, jovencito. Le daré una buena noticia, aunque no creo que pueda publicarla. Ahí, entre esos documentos existe una copia de los primeros minutos de los que será mi próxima película.

JT: ¿Eyes wide shut?

SK: No, por supuesto que no. Me refiero a la película que está en preproducción que empezaré a rodar en cuanto adecue los acontecimientos a mi favor.

JT: ¿Está hablando realmente de su siguiente filme?

SK: Así es, hijo.

JT: ¿Puedo preguntar el título?

Mr. Kubrick sonríe. No es una sonrisa cariñosa ni sarcástica, pero sí una mueca labial que demuestra perfectamente que sabe de su dominio de la situación.

SK: Cocteau escribe en Orfeo: "¿Qué debo hacer?" Y la respuesta es: "Sorpréndeme".

La pausa que se crea, constriñe el ambiente como una lápida que cubriera la luz. Mr. Kubrick se levanta y coge una pequeña bobina de 16mm.

SK: Son tan sólo pruebas. Bosquejos. Apuntes. Creo que, de ahora en adelante, cambiaré mi esquema de producción y, empezaré por rodar escenas sueltas sin saber muy bien dónde va la historia ni la acción. Simplemente para definir los personajes y la estructura. Para sorprender mi imaginación.

JT: Para estimularla.

SK: En efecto.

Mr. Kubrick accionó el proyector y lo que vi en la pantalla no puedo describirlo. No porque no pueda físicamente, sino porque si lo hiciera, estaría muerto.

Aún hoy, años después de su muerte no puedo contar a nadie lo que vi aquel día en Childwick Bury. Sólo puedo decir que, hace un año, volví allí. Soy un auténtico admirador de volver a visitar la escena del crimen. Volví a su casa y hablé con su viuda. Ella me dijo que “sabía perfectamente que Stanley había dejado su obra inacabada, que no eran más que bocetos de lo que le hubiera llevado 10 años completar”.

Si los dioses de este mundo lo permitieran, podríamos ver esos minutos de puro arte. Pero ¿si se vieran tendrían el mismo valor? Quizá solo Mr. Kubrick pudiera responder a esa pregunta.



Jeremy Thompson

*




Especial de Kubrick. Programa Días de cine.

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