domingo, 31 de julio de 2011

Si apesta a industria, no.



Nació el Festival de Cine Lima Independiente. ¡Felicidades!

Triple alegría la que me ha causado este festival: Primero, por su aparición misma. Un nuevo espacio para difundir el cine en nuestras ciudades siempre será una buena noticia. Más si es un festival de cine independiente, con una gran cantidad de obras cuyo circuito de exhibición es reducido. Una retrospectiva como la realizada a Raúl Perrone era un acto necesario desde hace tanto...

En segundo lugar, me alegra saber que detrás de esta iniciativa están Viviana Quea, Mario Castro y Alonso Izaguirre (entre otros más), personas que sienten una pasión inigualable por el cine. En varias ocasiones he sido testigo de la relación que cada uno tiene con las películas: amantes, exigentes, curiosos, radicales, entusiastas... Demás está decir que el espíritu de un festival radica en sus organizadores y, en este caso, ello garantiza muchos años por delante para este grato evento.

La tercera alegría ha sido poder estrenar oficialmente el cortometraje La Calma en Perú, y hacerlo en este festival. Espero que a partir de aquí el corto pueda exhibirse también en cine clubes de las distintas ciudades, y cerrar así este año de recorridos agradables y, también, inquietantes.

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Quizás, justamente, a raíz de la irrupción del Festival Lima Independiente, han surgido distintos posts en los blogs peruanos sobre esa palabrita tan complicada: "independiente". Muchos se preguntan ¿qué significa ser "independiente", ¿quiénes entran en esa categoría?, ¿quiénes no?, y así.

No creo que haya respuestas precisas para estas interrogantes, pero como el asunto parece torturar a varios, quizás debamos hallar un concepto más sensato que "independiente es aquello que no se vende". No recuerdo haber leído escritos sobre el tema (excepto los posts que me han enviado sobre este intercambio de ideas, aquí, sigue aquí, continúa en los comments aquí y termina aquí), así que sólo hablaré de mi breve experiencia:

Bella paradoja: El término "independiente" no tiene sentido por sí mismo. Su existencia es dependiente de otros conceptos. Independiente... ¿con respecto a qué? La respuesta más compartida hablaría de un cine "al margen de la industria", un cine que se hace sin contar con los medios oficiales, digamos. 

En ese caso, un adinerado empresario ruso que saca dinero del bolsillo de su camisa para hacer la película que siempre soñó hacer es, a todas luces, independiente. El dinero personal. La financiación privada. No deberle nada a nadie. En el caso peruano, creo que Daniel Rodríguez sería el cineasta más independiente en este aspecto: se financia, se produce y ha terminado exhibiendo la película que a él le entusiasmó hacer. A nivel internacional, se suele hablar de Lucas y de Spielberg...

Ah, Spielberg. En cuántas oportunidades he leído comentarios como "Spielberg podrá financiarse a sí mismo, ¡pero él hace películas sólo para agradar al público! No es independiente como, no sé, Jim Jarmusch." En fin. Bastaría con citar a Truffaut cuando asegura que Spielberg (a quien conoció de cerca) no hace las cosas pensando en la taquilla sino que tiene la maldita suerte de tener el mismo gusto que su público. Entonces alguien dirá "bueno, depende de qué película hablemos". Bajo esas triquiñuelas, entonces, ¿Jim Jarmusch independiente? ¿En serio? ¿Con 10 millones de dólares como presupuesto para Broken Flowers?

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La confusión crece cuando esta condición de financiarse "independientemente" se mezcla con la capacidad expresiva de una película. Entonces, no basta con la independencia económica. No sólo hay que estar alejado de la industria, sino también de sus agotados temas, de sus previsibles guiones, de sus convencionales modos de filmar, de sus poco sugerentes bandas sonoras, de sus... 

Es más, para que una película sea independiente de verdad ni siquiera hay que pensar en el público, ni si se presentará la obra en un festival ni nada de eso. Ni con las majors ni con ese mundo rotterdaniano. ¡Cineasta comerciante quien no actúa así!

Desde luego, leer a gente que pontifica de esta manera es agotador. Personalmente, ningún proyecto que he realizado nació con el interés de tener un público (de hecho, este cortometraje ha estado año y medio en el cajón, y seguiría ahí de no ser por cuestiones casi académicas). Sin embargo, no pensar en "el público" (?) no te hace más o menos independiente, así como no hace que la obra sea mejor o peor. Igualmente, no creo que una persona que disfruta escribiendo y dirigiendo una obra, pensando principalmente en las emociones de su posible público, no pueda ser independiente.

"Tú no eres independiente, tú te comportas así, tú has hecho esto, tú no has cumplido con esto". Esto que venden como un manifiesto radical suena más a catarsis de inseguridad adolescente.

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Nostalgia de la luz (2010)

Además, si tu mente está pensando en los fondos públicos y en el mundillo de los festivales es que  evidentemente no eres independiente.

Sólo el desconocimiento puede justificar afirmaciones como estas. ¿Qué hacer entonces con las películas que han recibido fondos no sólo de un país, sino de varios? ¿Cómo reaccionar ante proyectos que para poder realizarse debían asegurar las ventas a distintas televisoras? ¿Con qué ojos podría mirar esa película tan sugerente, si me entero que en su plan de producción se preveía ser presentada al prestigioso Festival X? 

Con esos prejuicios acabamos de echar tierra sobre varias películas de Béla Tarr, de Kiarostami, de HHH y de innumerables cineastas que pueden hacer las películas que hacen gracias a dichos fondos. Quedémonos sólo con el Pedro Costa de Ne change rien, película filmada casi sin dinero durante varios años. Olvidémonos de esa absurda coproducción portugesa/francesa/suiza que fue Juventude em Marcha, película para nada independiente.

¿Y qué se habrán creído Apichatpong y Raya Martin al pedir fondos a ese circuito rotterdaniano para poder filmar Uncle Boonmee e Independencia respectivamente? ¿Imaginaban que no íbamos a descubrir el fraude de sus obras, a todas luces mercancías industrializadas? De verdad, ¿pretendían engañarnos?

Ni qué pensar de Patricio Guzmán, quien pudo realizar Nostalgia de la luz con dinero ¡de Televisión Española! ¡Y encima para proyectarse en Cannes! (y eso que el financiamiento se consiguió luego de ser rechazado de muchos lados, como podemos leer en este cruel testimonio).

Ese documentalista Guzmán es evidentemente un vendido al sistema.

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Desde hace unos días he empezado a preparar el cortometraje de un amigo. Será mi primer cortometraje como productor (fuera de los míos). Es un corto, en apariencia, sencillo de hacer. Por cuestiones de fechas, lo grabaremos en mes y medio aproximadamente. Llegado el momento podríamos simplemente ir a los lugares pensados, con los actores pensados, y grabarlo de manera "independiente". No sería muy complicado: un equipo pequeño, luz natural, etc.

Pero en mi rol de productor trato de explicarle a mi amigo por qué es mejor no actuar así. Doy mis razones para usar tal cámara con tal equipo de lentes, para buscar tal equipamiento de luces, para conseguir más personas (no muchas tampoco). Mientras el corazón de su corto no se vea afectado, todo aporte que sume es bienvenido.

Esta no es una regla general, desde luego. En otros proyectos será necesario prescindir de equipos y de personas. Cada obra carga intrínsecamente con sus necesidades.

Sin embargo, de pronto parece que ser "amateur" te da un plus de calidad. Parece que por tener poco dinero para hacer tu obra, ésta se vuelve especial y casi intocable. Parece que salir a manipular la cámara con aires indies hace que debamos pasar por alto errores groseros técnicos.

Ayer vi por internet una de estas obras que mi amigo Mario Castro incluye en lo que él llama "nuevo cine peruano independiente". Puede que en ciertas escenas sí se sientan atmósferas potentes, pero las continuas torpezas me arruinaron el visionado. He visto errores que alumnos de instituto no cometerían. A veces no sabes si es adrede o si es torpeza. Luego de diez minutos sabes que es lo segundo. 

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Hay un espíritu poderoso entre los jóvenes realizadores peruanos. Quizás, en el fondo, sí haya algo parecido a una irrupción grupal en el mundo audiovisual. Pero muchos de nosotros aún tenemos que andar un largo camino para no quedarnos en ese regodeo de lo "independiente/amateur" (con sus discusiones caducas). No hay que tener miedo ni recelos a utilizar todo lo que está a nuestro alcance para descubrir mayores modos de expresividad en nuestros trabajos: equipamientos, fondos, festivales, todo... siempre que sea acorde con las necesidades de la película, que es el fin supremo. 

Aún existe ese grupo de dinosaurios que sigue con su perorata de "el vídeo no es cine de verdad. Celuloide sí, vídeo no".

Ahora parece que el discurso de los "independientes" es "vídeo sí, celuloide o todo lo que apeste a industria no". 

Señores dinosaurios, señores independientes: Supérenlo.


F.V.R.

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jueves, 7 de julio de 2011

La Calma. Apuntes antes del rodaje (2008).



El cortometraje que tuve la suerte de dirigir, "La Calma", se encuentra participando en la Competencia de Documentales del Festival Int Karlovy Vary.


Es el sexto lugar donde proyectan este corto que tantas felices sorpresas me ha causado. Hoy es la primera proyección y además hay algunas entrevistas programadas.

Buscando en internet, no sé cómo llegué a unos apuntes que escribí el año 2008 cuando fui con mi equipo a grabar las primeras imágenes de "La Calma" (pues es un corto que empezó a grabarse el 2008 y que fue terminado en Agosto 2010, más de dos años después).

Copio estos apuntes pues, en su momento, me sirvieron para quitarme el nerviosismo de grabar un cortometraje. Tenía mucho miedo al reto y siempre andaba posponiendo la idea de "hacer algo", de "grabar un corto", y todos los planes quedaban en palabras vagas.

Me ha causado nostalgia leer todo aquello. No sé si ahora sea capaz de reflexionar de la misma manera.

F.

p.d. mañana empiezo a escribir sobre el Festival.

* * *


Apuntes, entre el 11 de Julio y el 6 de Agosto del 2008


La poesía comienza cuando un necio dice del mar: "Parece aceite".

No se trata, en absoluto, de una más exacta descripción de la bonanza, sino del placer de haber descubierto la semejanza, del cosquilleo de una misteriosa relación, de la necesidad de gritar a los cuatro vientos que se ha notado.

Pero resulta igualmente necio detenerse aquí: Iniciada así la poesía, es preciso acabarla y componer un rico relato de relaciones que equivalga hábilmente a un juicio de valor.

(El oficio de vivirCesare Pavese)


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En algún momento de nuestras vidas existen esos momentos de revelación en donde parece que uno ha realizado un “descubrimiento” novedoso sobre la naturaleza y este suceso inusitado se manifiesta, ya sea en un cosquilleo, o en esas ganas de gritar.

El cosquilleo de una misteriosa relación… esto es, precisamente, lo que he sentido meses atrás cuando surgió en alguna parte de mi cerebro la necesidad de hacer el cortometraje que ahora, después de mucho vacilar, voy a realizar...

Quiero hacer un corto...”


Ahí está una de las frases que más he oído decir en los últimos años a amistades, compañeros, extraños y, obviamente, a mí mismo.

Se me ocurrió un corto…”

Cada vez que alguien la decía, se podía sentir la efervescencia que el estimulante ser en cuestión transpiraba.

¿Y si hacemos un corto?”

Lógico. Nos resulta apasionante sentir ese cosquilleo: es la impresión de tener una buena idea, una imagen rescatable, algo qué mostrar, algo qué contar… Es ahí cuando nace la poesía.


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Pero Pavese tiene razón en algo más: No basta con un “descubrimiento” para pensar que el trabajo ya está hecho. La entusiasta idea inicial de un proyecto artístico no garantiza que algo bueno saldrá. Iniciada la poesía, es preciso acabarla.

Digamos que a usted se le ocurrió hacer un cortometraje.

Luego de pensarlo mucho, la idea no le parece del todo mala -incluso hasta puede que tenga algo rescatable, sino no se animaría a hacer el corto-; pero obviamente no basta con una aparente buena idea: hay que ir hasta el final, enriqueciéndola a cada momento.

Quedarse en la buena idea y exhibirla sin más, sería necio. ¿Cuántos proyectos se han quedado en meras ideas? Buenas o malas, sencillas o complejas, pero ideas al fin. ¿Cuántas buenas ideas perdidas? Imposible saber, aunque nadie duda que las haya.

¿Y qué es de aquellas ideas que nos parecen de golpe suficientemente hermosas y no buscamos ya enriquecerlas, pues a nuestros ojos resultan plenas en sí mismas? ¿Cuántas veces la promesa de algo valioso se quedó en eso, en mera promesa? ¿Cuántas veces lo que nos pareció fascinante inicialmente nos resultó vergonzoso con el tiempo?

Bienaventurados los que no esperan nada de sus ideas.


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Qué triste e inacabable cuestión la “creación artística"…

En todo caso, si los plazos no se mueven, dentro de unos días grabaré un cortometraje. Aunque no es una súper producción, debo pensar en presupuesto, equipo técnico, plan de rodaje, locaciones. Debo pensar en las personas que estarán delante de las cámaras y en las que estarán detrás de ellas.

Estoy contra el tiempo; pero aún antes de sumergirme en esta vorágine que se viene en los próximos días, no dejo de pensar: ¿Valdrá la pena hacerlo? ¿Es necesario que este cortometraje exista? ¿Tendré algo nuevo que decir? ¿Qué pasará si resulta lamentable? ¿Adónde irán mis expectativas? ¿Adónde irán estas palabras?

De algo estoy seguro. Si no puedo contestar con firmeza a esas preguntas en las siguientes horas, todo saldrá mal.


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Dedicarse al oficio cinematográfico es una fortuna que le llega a pocos. Como las semillas de la parábola, muchos serán los que querrán intentar hacer cine y nunca lo lograrán. Otros nacerán, intentarán seguir, pero serán absorbidos por las dificultades. Por ventura o insistencia, pocos alcanzarán terreno fértil.

Pero en todos estará presente la pregunta inicial: ¿Para qué quiero hacer una película? ¿Para quién?

¿Un cineasta debe aspirar a los cien mil espectadores? ¿O debe tratar de capturar el espíritu de su tiempo? ¿O debe desangrarse en sus problemas personales? ¿O ninguna de las anteriores?

Las razones para “hacer cine” son infinitas -y no creo que ninguna sea más noble que otra- pero un realizador debe tener su razón clara antes de lanzarse al ruedo.

Es por eso que le sigo dando vueltas a este inagotable asunto, aún cuando las horas apremian y noto con temor que, luego de haber ensayado y vislumbrado lo que será la grabación del corto esta semana, debo cambiar varias de las ideas que tenía en mente.


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Contra mis deseos, muchas cosas han variado: locaciones, personajes, tiempos… y una nueva reescritura se impone, aunque sea apurada. El concepto mismo de la obra necesita un ajuste más. Aún dudo acerca de si el pequeño equipo que hemos armado funcionará bien. Y, para completar el cuadro, todo va a salir mucho más caro de lo que pensaba.

La buena noticia es la recuperación –en todo sentido- del protagonista. Conversando con él, me doy cuenta que hubiera sido imposible grabar este corto antes de estas fechas, así que tomo este nuevo encuentro como una buena señal. El corto exigirá mucho de su esfuerzo y felizmente su disposición es plena… Y aún con esas, todo puede salir mal.

Y si sale mal, servirá como experiencia y habrá que sacar conclusiones antes de enterrar el corto en el cajón. Sería deprimente que salga mal… aunque confieso que sería más deprimente que el corto salga bien –a nuestra percepción- pero no guste a nadie más. 

Pero, claro, sería realmente terrible que el cortometraje salga mal -para nosotros- y aún así le guste a todo el mundo. Como sea, eso se sabrá en unos días.

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Al igual que los equipos de fútbol antes de un partido decisivo, mañana en la noche todo el equipo técnico se concentrará en mi casa. Ahí empezará esta suerte de retiro espiritual donde cada uno deberá dejar atrás todo lo conocido, para enfocarse únicamente en la creación de algo decente. A la madrugada siguiente, será momento de salir y ya no habrá marcha atrás. Lo discutido, lo razonado, la lógica cerebral deberá quedar atrás. Luego, todo será estómago, oficio y también suerte. Un rezo se hace necesario...


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Ha terminado el segundo día de grabación y todos andamos ligeramente exhaustos, agotamiento que aumenta ante la necesidad de tener que madrugar mañana y poder así cumplir –si se puede- lo planificado en el papel. Soy el primero en despertar y no puedo darme el lujo de desvelarme. Debo apurarme.

No puedo afirmar que se ha cumplido con el cronograma establecido. De hecho, lo hemos tenido que ir modificando en el camino. Para cuando nuestro equipo esté de regreso en sus hogares, seguramente faltará grabar algunas escena, así que mañana será un día de difíciles elecciones –elegir entre lo estrictamente necesario y lo que pueda ser un mero capricho por parte mía-.

Si pudiera, grabaría con comodidad y relajo durante una semana más, obvio, pero es una realidad que escapa completamente de mis manos.


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Cada nueva escena, llega con una nueva incertidumbre:

Mis compañeros se instalan en la locación, alistan sus equipos e inmediatamente lanzan la temible pregunta:
“ya, ¿cuál es tu primera toma?”.

Desde luego, es una pregunta que no he podido contestarles con rapidez, y acaso tampoco con gran convicción. Tienen que pasar varios minutos –ensayos, pruebas con la cámara, caminatas alrededor- para intentar vislumbrar el encuadre que pueda contener la respiración del cortometraje.

Es que, una vez en el lugar, lo imaginado no sirve más, aún cuando se conozcan las locaciones de antemano o puedas ver la historia en tu cabeza. La relación con el espacio es determinante aquí. En todo caso, hubiera sido bueno tener un storyboard. Hubiera sido más rápido si se grababa de manera funcional: primer plano, plano medio, plano general… Pero otras fueron las decisiones. Si resultaron o no acertadas, solamente lo sabré cuando revise a solas todo el material grabado.


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En plena grabación uno también empieza a luchar contra sus propios ímpetus. Llegaba con la idea de grabar un hecho de la manera más simple posible. Ahora, a cada momento, una nueva idea, una nueva imagen, una nueva manera de narrar brota y quiere darse su lugar, apropiándose de algunos segundos de cinta que no estaban destinados para ello.

En sus 
Prosas Apátridas, Ribeyro escribió:

Si yo digo: “El hombre del bar era un tipo calvo”, hago una observación pueril. Pero también puedo decir: “Todas las calvicies son desgraciadas, pero hay calvicies que inspiran una profunda lástima. Son las calvicies obtenidas sin gloria, fruto de la rutina y no del placer, como la del hombre que bebía ayer cerveza en el Violín Gitano. Al verlo, yo me decía: ¡en qué dependencia pública habrá perdido este cristiano sus cabellos!”. Sin embargo, quizás en la primera fórmula resida el arte de relatar.

¿Cuál será la mejor formula para relatar? ¿Cómo saber si se está eligiendo la correcta? Sé que la misma escena puede ser narrada de distintas maneras, según distintas miradas. Solamente hay que concentrarse en no contaminar la mirada original e impedir que desaparezca, abrumada, en medio de los apuros. Aún así, y aunque no creo en la improvisación, me he dejado convencer por aquello que no estaba previsto.


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Antes de sentarme a revisar con calma las imágenes que grabamos, puse la cinta que estaba marcada con el rótulo “Detrás de cámaras”. Era una payasada, desde luego, pero quería relajarme un poco previamente a realizar la pauta de tomas.

Y funcionó.

Ver cómo ese grupo de compañeros que aceptaron participar en algo quizás tan inútil, tan irrelevante como un cortometraje, verlos cómo interactuaban de manera grata y dedicada, realizando siempre propuestas nuevas sin perder nunca el humor, resultó la mejor manera de regresar al universo de nuestro cortometraje, una manera acertada y estimulante.

Un compañero de grabación tenía razón: participar de una grabación a tiempo completo termina por crear una forzosa convivencia entre los miembros del equipo, casi al atormentado estilo de un reality. Y, siguiendo sus palabras, “si sólo uno de nosotros hubiera sido un engreído o un imbécil –durante nuestro trabajo- el proyecto habría fracasado”. Pero, felizmente, luego de tres días de trabajo arduo, no se asomó ningún conflicto.

Si algo bueno tiene el cortometraje es, de lejos, gracias a ellos, un pequeño equipo de verdaderos profesionales, sobre los cuales quizás ni estuve a la altura.


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Tomado de varios posts en La Cinefilia no es patriota
("Diario de un cortometrajista")





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